11/12/2008

No libre, no consciente

Érase una vez el hombre. La única especie que nace, vive, crea y muere en una caverna. En el fondo, sabe que vive en ella, pero trata de negarlo en nombre de elucubraciones y fantasías producidas por la electricidad en su cerebro. A veces su imaginación es tal, que incluso cree que puede alcanzar el exterior con la ayuda de sus creaciones: religión, arte, ciencia, filosofía, tecnología, genética. No marcha hacia la salida en realidad; da vueltas dentro de su “cárcel” como lo hacen los animales que él mismo ha encerrado en zoológicos.

Sólo un ser mal adaptado puede tender hacia lo contrario de lo que es. El único que se obstina en salir de la caverna, cuando, por definición, la caverna es parte de él. La libertad no está en su naturaleza, pero si el soñar con ella.

Veo lo que ven los hombres de nuestro siglo cuando intentan mirar hacia afuera de la caverna. Ésta ya no es una fría cueva escarbada en la piedra, sino un infinito túnel individual de plástico fofo donde el aire está viciado y huele a basura sintética. La luz que se vislumbra no es la del fuego. Es una bombilla de tungsteno que se come los colores y que ha reemplazado al sol.